Reacción
ciudadana a la violencia
Por Álvaro Belin Andrade
HORA
LIBRE
|Xalapa, Veracruz, México.| La violencia en las zonas urbanas de la
entidad solo puede verla quien la sufre. Pese a la difundida capacidad de
reacción, las fuerzas estatales de seguridad observan por encimita el fenómeno
delictivo.
Uno las imagina como si estuvieran a
orilla del mar y vieran al sábalo en el relampagueante segundo en que salta
sobre la superficie; de ello concluyen que, como el pez, existe el delito pero
no es posible saber cuándo y dónde volverá a suceder.
Por eso los ciudadanos asolados por
continuos hechos de violencia que ponen en riesgo su integridad física y
patrimonial, hace tiempo que buscan maneras para defenderse con mano propia.
Algunos lo hacen conformándose en grupos
armados, con los riesgos de infiltración y utilización que ello conlleva,
además de los derivados de su falta de capacitación en el manejo de armas de
fuego.
Otros buscan tener una conexión segura
con las fuerzas policiacas para obtener una respuesta rápida en caso de
emergencia, estrategia que, en la mayoría de casos, fracasa cuando la patrulla
más cercana tarda más de lo debido en llegar.
Hay quienes establecen mecanismos de
comunicación vecinal para alertarse entre ellos y poner en práctica algunos
mecanismos de disuasión contra asaltantes y homicidas, o para convocar a la
fuerza pública.
Otros más, en áreas en que se ha perdido
la buena costumbre de conocerse por años y poder percibir los aprietos que
cruza una familia, buscan recomponerse como comunidad solidaria, a través de
actividades culturales y artísticas, de encuentros en que participan niños,
jóvenes y adultos.
Hace poco Luis Barria, en su columna El jazz bajo la manga,
nos habló de lo que ocurre en el antiguo Barrio de la Gota, en el centro de
Xalapa (en las calles de Betancourt, Victoria, Guerrero, Altamirano, Azcárate y
Bustamente), localizados a unas cuantas cuadras del Palacio de Gobierno, donde
han ocurrido robos, asaltos con violencia y asesinatos.
“Ante tal situación, los vecinos se han organizado para tomar
las medidas de seguridad que ninguna autoridad les proporciona. Más que armarse
o comprar alarmas, candados y perros, han iniciado una serie de talleres y
actividades artísticas tendientes a reforzar la unidad del barrio”, escribió
Barria.
Lo que buscan a través de esas actividades es conocerse y
reconocerse como sujetos de una misma realidad violenta y peligrosa. En esas
coordenadas asesinaron a mi amigo José Luis Blanco Rosas, sociólogo y maestro
universitario; también han sido asesinados vecinos, taxistas o tenderos que se
opusieron a un asalto o un intento de secuestro.
La cosa es que la violencia se salda en
nuestras ciudades con las vidas de ciudadanos pacíficos, en muchos casos
menores de edad o ya instalados en la senectud.
¿Qué necesitamos para evitarlo? Se ha
comprobado que incluso uniendo a los efectivos de la Secretaría de Seguridad
Pública con los de la Marina, la Policía Federal, el Ejército y la denominada
Fuerza Civil de Veracruz en labores de vigilancia y reconocimiento, su
aparatosa presencia es una forma de alertar a los delincuentes para que huyan o
se escondan.
Poco puede esperarse de la presencia
masiva de policías en las calles, salvo cuando lo que quieren atacar es la
actividad de pandillas.
Quienes roban, asaltan, secuestran y
asesinan, quienes siembran el terror utilizando medios como los teléfonos,
aquellos que estudian las características de las posibles víctimas al grado de
conocer sus movimientos y sus cuentas bancarias, esos nunca se sentirán
amedrentados por el desfile de patrullas.
¿Y
las labores de inteligencia?
Si pensamos que la Secretaría de
Seguridad Pública solo puede realizar actividades de prevención y, cuando estas
no funcionan, debe entrar la policía ministerial para realizar las
investigaciones que permitan dar con quienes ya cometieron ilícitos, estamos
fritos.
En efecto, con ese esquema, los gobiernos
federal y estatales están condenados, por un lado, a ser rebasados por la
actuación clandestina de las bandas criminales, y por otra, a caer en un estado
de impunidad.
Para nadie es un secreto que la policía
de investigación tiene pocos elementos, no cuenta con los conocimientos
científicos en materia forense y de criminalística y, para colmo, generalmente
ni con gasolina para movilizarse, a veces ni para hacer cumplir una orden de
aprehensión.
De manera que se debe implementar no solo
fuerzas sino inteligencias, y no solo cuando los delitos ya se cometieron sino
para atrapar a quienes se dedican al bonancible negocio del crimen, organizado
o no.
¿Alguien sabe qué modelo podría
implantarse y cuántos elementos debieran ser contratados para investigar a las
organizaciones criminales, incluso a los elementos oficiales que están
coludidos con las actividades ilícitas?
Porque más policías en las calles no es
una garantía para resolver los altos índices de criminalidad que observamos en
Veracruz, donde cada día se conocen nuevos casos de asesinatos, robos y
secuestros.
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