¿Qué entren todos a la UV?

Por Álvaro Belin Andrade




Con la misma visión populista de quienes han apostado por la cantidad, desdeñando la calidad, al grado de no importarles si la cuerda se rompe llevándose a miles al precipicio, algunos analistas siguen proclamando que la Universidad Veracruzana debe abrir de par en par sus puertas en el próximo proceso de ingreso.

La estrujante propuesta, hecha pública incluso por quienes han estado en cargos universitarios y en su momento, por conveniencia, defendieron el proceso selectivo de ingreso, se asemeja –y se enlaza políticamente– a la que ha hecho de una oferta educativa dudosa una forma de hacer proselitismo electoral, a costa de estudiantes para quienes lo importante es el papel y no tanto el conocimiento.

Desde la tribuna que sea –el púlpito, la curul o el medio periodístico–, se lanzan propuestas de innegable sentido justiciero pero de torpe bagaje analítico.

La oferta de educación superior en Veracruz ha marcado una tendencia de crecimiento en los últimos años, con la creación de institutos y universidades tecnológicas y la aparición de la oferta educativa por internet, amén de la proliferación de instituciones privadas.

El problema es que socialmente nos seguimos comportando como en la mitad del siglo pasado.
Pese a los cambios en la estructura social y productiva de México y de Veracruz, quienes buscan un lugar en las instituciones de educación superior siguen enfocándose en profesiones que antaño aseguraban prestigio social y bonanza económica (abogado, médico, contador, odontólogo, pedagogo), pero que hoy sólo auguran desempleo.

De ahí que mientras el 60 por ciento de los demandantes a la UV se enfilan hacia esas opciones profesionales, a las que se unen las de comunicólogo o publirrelacionista, hay carreras cuyos egresados son demandados en las zonas industriales y de producción primaria que no llenan sus cupos.

Y no hablo de la UV sino de la oferta total de educación superior a nivel estatal, que es como deberíamos analizar el fenómeno de la oferta y la demanda educativas.

Proponer que la UV instale urgentemente enormes techados fabricados con materiales perecederos para contener a 30 mil jóvenes que buscan sus atributos académicos cada año, y contrate con urgencia a maestros improvisados para darles pinceladas de conocimientos académicos, resulta no sólo ocioso sino perverso.

¿Cómo hacer un cambio en las tendencias de demanda profesional para que la formación superior contribuya realmente al desarrollo nacional y se eviten tantos episodios de frustración entre miles de jóvenes que solicitan su ingreso a las únicas carreras que conocen?

Pues esa debiera ser una tarea del sector educativo estatal, inscrita como una de las políticas públicas en los próximos años.

Sergio Martínez Romo, de la UAM-Xochimilco, habló en Xalapa –en el 56 aniversario de la Facultad de Pedagogía– de la tendencia de la educación superior en el país en las últimas décadas y apuntó algo muy importante en este tema.

Por un lado, se refirió al crecimiento en la matrícula de educación superior en los años setenta, cuando se elevó en un 300 por ciento para llegar a una población de 800 mil estudiantes, obligando a improvisar instalaciones y personal académico en universidades públicas.

El fenómeno se vio acompañado de la creación de 97 institutos tecnológicos que recibieron una inversión comparativamente mayor a la aplicada en universidades, pero que no atrajeron mucho a los que demandaban su ingreso a la educación superior.

Sea por la situación económica o el mayor prestigio de las públicas, lo cierto es que según los datos manejados por Martínez Romo, de las dos mil instituciones de educación superior del país, casi el 75 por ciento son privadas, pese a lo cual el 70 por ciento de la matrícula la conservan las públicas.




La respuesta de Arias Lovillo



El rector Raúl Arias Lovillo dijo dos verdades de a libra cuando fue entrevistado esta semana, en Boca del Río, sobre el inminente proceso de ingreso y la anunciada situación de miles que no tendrán cupo en sus aulas: “La Universidad Veracruzana no está obligada a atender al cien por ciento a los jóvenes en edad universitaria”

Y tiene razón. De sobra es conocida la política federal de evitar el crecimiento de las universidades públicas que han llegado o rebasado el tope establecido por la SEP en cuanto al número de estudiantes y profesores, mediante la negativa a ampliar la base presupuestal.

Pese a ello, Arias Lovillo ha hecho lo no recomendable: ampliar el número de espacios de ingreso, aunque ciertamente mediante la creación de nuevas opciones profesionales que atienden a necesidades de desarrollo regional.

En lo que va de su gestión, seis años, se ha incrementado la matrícula de la Universidad Veracruzana en un 22 por ciento, sin que ello haya significado un mayor apoyo presupuestal estatal y federal, al menos en el mismo porcentaje.

¿Qué debemos imaginar para la resolución de este problema de falta de oportunidades en educación superior?

Que Veracruz cree otra u otras universidades públicas, además de la UV, con ofertas enfocadas en las condiciones y necesidades regionales, sin abonar a la masificación de egresados de carreras tradicionales, y que tenga una población estudiantil manejable administrativa y presupuestalmente.

La otra opción es convertir cada unidad regional de la UV en otras tantas universidades públicas, con personalidad jurídica y patrimonio propios, que puedan ser tratadas presupuestalmente por los gobiernos federal, estatal y municipales, desarrollen sentidos identitarios más cercanos a las poblaciones circundantes y ofrezcan las profesiones requeridas en sus entornos inmediatos.

Hay una opción más: la educación a distancia por internet.




¿Y si nos ponemos en línea?


Si las nuevas carreras que se han abierto en la UV e institutos tecnológicos tienen en sus primeras convocatorias una exigua respuesta de parte de los aspirantes a formarse profesionalmente, una dificultad mayor la ha tenido la educación a distancia por internet.

A la displicencia de estudiantes y padres de familia por carreras novedosas, no tradicionales, cualquiera sea la institución que las ofrezca, el Instituto Consorcio Clavijero (ICC) ha debido sortear dificultades propias del desarrollo estatal, así como aquellas derivadas del desconocimiento de la modalidad educativa.

En efecto, Veracruz acusaba un bajísimo índice de desarrollo informático, que se acentuaba en amplísimas zonas rurales y marginadas e impedía aprovechar las enormes ventajas de la educación en línea. En los últimos cinco años, Veracruz ha avanzado en esa materia.

Apenas esta semana, el gobernador Fidel Herrera Beltrán puso en marcha de manera simbólica 90 aulas Clavijero en planteles de Telebachillerato, la mayoría de los cuales se hallan en comunidades rurales marginadas, como parte del programa “La universidad en tu prepa”.

Este mismo programa ha significado la apertura de más de 40 aulas de ese tipo en planteles de Colegios de Bachilleres (Cobaev); pero, además, se han instalado en planteles de Cecytev, bachillerato general y Conalep.

Las aulas Clavijero son dotadas por la SEV de al menos 20 equipos de cómputo y dos servidores, además de señal de internet, y pueden ser usadas por los estudiantes de bachillerato y, por la tarde, por estudiantes que cursan programas de licenciatura así como por los profesores que se hallan en procesos de actualización.

Baste recordar que el Telebachillerato está iniciando su programa “Convergencia de medios en el aula”, gracias a la gestión de recursos federales, que permitirá a los estudiantes el acceso en el propio salón de clases a material multimedia (videos educativos, presentaciones, aulas virtuales y acceso a internet) y auxiliará al docente para que sus clases sean más interactivas con un eficiente uso de la tecnología.

En países desarrollados, esta modalidad es la panacea, sobre todo en materia de posgrado, puesto que los usuarios generalmente tienen acceso a las tecnologías y cuentan con equipo de cómputo y acceso a internet. En Veracruz, la cuestión es diferente, sobre todo para la población en la que más éxito ha tenido, la rural.

El actual gobierno ha puesto especial énfasis en llevar las tecnologías de información y comunicación (TIC) a los rincones más apartados, y los efectos podrán evaluarse en el corto y mediano plazos.

El propio secretario de Educación, Víctor Arredondo, ha dado a conocer que en julio próximo estarán operando, en total, 300 aulas Clavijero, aunque es un proyecto que ya no podrá detenerse porque las autoridades municipales le están entrando para contar con un aula de medios en sus comunidades y, gracias a ellas, brindar las condiciones para su población pueda estudiar después de concluir su bachillerato.

Y es que, o se crean aulas de medios o no aprovecharemos las ventajas de la última ola educativa.

Según datos del INEGI, el promedio de hogares mexicanos con conexión a internet es de sólo 18.4 por ciento, mientras que en los países miembros de la OCDE es de 62 por ciento. Eso quiere decir que sólo dos de cada 10 hogares están conectados a la red y, ojo, la mayoría de ellos en las zonas urbanas.

Es más, de los 7.4 millones de hogares con computadora, el 32 por ciento no cuenta con servicio de internet por cuestiones económicas. Ello lleva a que el 54 por ciento de los usuarios de internet ingrese a la red fuera del hogar.

Atrás de los jóvenes que hoy ya son nativos digitales pero que todavía no están convencidos de que las TIC les puede dar más que diversión y socialización, vienen los niños que ya están tomándolas como medio educativo y de información. Hasta 2009, poco más de 27 millones de mexicanos de seis años en adelante eran usuarios de internet, de los cuales, el 77 por ciento eran menores de 35 años.

Sólo falta que la bola de nieve siga deslizándose cuesta abajo.