Turismo que nos salva

Por Álvaro Belin Andrade

Aunque no se compara con la afluencia de turistas religiosos que recibe este año Iztapalapa, donde se escenifica la Pasión de Cristo desde hace 168 años, calculada en una afluencia de dos millones de personas, lo cierto es que el inicio de año ha sido bueno para el turismo en Veracruz.

                Los daños causados por los huracanes de septiembre pasado, que dejaron graves pérdidas económicas a familias y negocios, entre éstos los dedicados al turismo, más que verse resarcidos por el enorme endeudamiento por 10 mil millones de pesos contratado en el ocaso (literalmente) del gobierno de Fidel Herrera, empiezan a congraciarse con las condiciones climáticas en las temporadas y puentes vacacionales del primer cuatrimestre del año.

                Acostumbrados a ofrecer un turismo bronco y, a veces, hechizo, los veracruzanos han visto movilizar hacia sus diversos destinos, en lo que va del año, a más de cuatro millones de paseantes que han acudido a sus fiestas patronales, festivales culturales, carnavales y sitios de playa.

                Centenares de miles de turistas nacionales han preferido voltear a Veracruz, ante la caída de mercados tradicionales como Guerrero, Michoacán y Morelos, donde se ha desatado la violencia de las bandas criminales a grados tales que hasta el visitante es objeto de extorsión, homicidio y secuestro.

                El estado de Tamaulipas se ha convertido en un infierno posible para cualquiera que se arriesgue incluso a viajar en autobús, por lo que quienes disfrutaban de sus playas han debido cambiar sus coordenadas.

                La zona conurbada de Veracruz-Boca del Río, según datos proporcionados por la Seturc y asociaciones de hoteles y moteles, mostró una ocupación para la Semana Santa del 100 por ciento, lo que debió significar una derrama económica importante.

                Pero si este destino mostró en los llamados días santos las bondades de un turismo nacional que, el jueves pasado, abarrotaba las carreteras del DF al oriente del país (Capufe informó por Twitter, temprano ese día, que las colas para el pago de peaje en la caseta de San Martín, de la autopista DF-Puebla, eran de hasta 3.5 kilómetros), lo cierto es que todo el litoral veracruzano fue visitado por miles.

                El turismo, sin duda, es un importante filón económico para Veracruz. Lo es pese a que las inversiones públicas y privadas se han centrado en destinos de playa ya conocidos y a que los prestadores de servicios no tienen la mínima capacitación para dedicarse a este negocio.

                Es cierto que el turismo internacional tardará mucho en elegirnos como destino para pasar unos días como parte de sus itinerarios, a no ser el turismo académico y de negocios. No hay oferta para ellos que compita con la de otros estados como Chiapas, Yucatán, Quintana Roo y el propio DF.

                Sin embargo, el turismo nacional seguirá prodigándonos su preferencia, pese a que en muchos casos pueda representar más gastos que ganancias.






Turismo y medio ambiente

Para el gobernador Javier Duarte, dos temas han tenido el foco de su discurso: promoción de la industria sin chimeneas y cuidado del medio ambiente. Además de que uno afecta al otro, lo cierto es que Duarte ha identificado dos filones importantes para el desarrollo de Veracruz.

                Aunque el hecho de no tener chimeneas no implica que el turismo no contamine (habría que ver dónde descargan sus aguas negras hoteles y restaurantes y cómo dejan las playas los turistas), lo cierto es que no se ha hecho lo suficiente para aprovechar un tesoro otorgado por la naturaleza y, más bien, nos hemos ido por la instalación de industrias contaminantes, a las que se dota de infraestructura de comunicaciones y servicios.

                ¿Qué hace falta? Además de políticas públicas complejas que permitan unir ambos tópicos y multiplicar la oferta de servicios turísticos, es necesario incorporar a los municipios, que poco hacen por mantener al menos en condiciones de limpieza los espacios que buscan promocionar, mucho menos por establecer estrategias y alianzas con los diversos sectores concurrentes.

                No hay que ir muy lejos. Xalapa tiene mucho para dar, pero los sucesivos gobiernos municipales, incluido el actual, no logran poner en claro en sus planes de desarrollo este tema. Veracruz y Boca del Río ya están poniendo de su parte.




















Balas contra pizarrones

Por Álvaro Belin Andrade


Mientras las universidades del país están decidiendo aplicar férreos protocolos de seguridad para blindar a sus estudiantes, académicos y trabajadores ante la creciente ola de violencia que ha tomado a los centros de estudio como mercado de estupefacientes y la comisión de delitos como secuestro, homicidio y violación, el gobierno federal cumple cuatro años destinando crecientes recursos al gasto militar.

                En una carrera de obstáculos, en cada uno de los cuales caen miles de víctimas inocentes, el gobierno de Felipe Calderón ha inflado en su mandato el gasto destinado a las fuerzas armadas en un 44 por ciento, en un intento fallido por equilibrar su poder de fuego frente al de las bandas criminales que, en lugar de disminuir en sus efectos de violencia, han incrementado la zozobra, el miedo y el peligro por todos los rumbos del país.

                No sabríamos esta disparidad que refleja la composición del gasto federal y que ha significado una merma relativa en los presupuestos orientados a educación y salud, de no ser por un reporte del Banco Mundial.

                Según el documento desglosado en medios de comunicación nacionales, en los años de su gestión, Calderón ha hecho crecer el gasto per cápita en salud de 507 dólares anuales en 2006, a 515 dólares el año pasado. Es decir, apenas 1.5  por ciento. En educación, el gasto por estudiante de educación básica permaneció intacto.

                En cambio, el gasto militar ha crecido ya cerca del 50 por ciento.

                Todo ello ha generado un escenario sumamente distorsionado. En primer lugar, porque ese crecimiento marginal en salud y educación, que en realidad constituye una disminución que amenaza nuestro futuro como nación, está generando muchos pasivos humanos de que se nutre el crimen organizado, al que por cierto no se ha logrado controlar pese a las cifras alegres en torno a número de detenidos, armas incautadas y drogas decomisadas.

                En segundo lugar, porque todas las ganancias que podría representar para el país el rico bono demográfico las estamos echando por la borda.

                Todo ello está impactando aún más el deteriorado estado presupuestal que enfrenta la educación pública, en general, y las universidades públicas, en particular. A los incrementos ridículos que ha logrado el sector educativo, sorprende al organismo internacional los crecientes recursos destinados a las fuerzas militares.

                Este desequilibrio infame en la prioridad de las políticas públicas ha hecho crecer el porcentaje de la población en situación de pobreza, lo que orilla a cientos de miles de familias a incorporarse a las cadenas productivas y de comercialización de las bandas criminales.








¿Policías universitarias?


El impacto que ha implicado para las universidades públicas del país la reducción real de sus presupuestos se profundizará como efecto de una guerra que ha impactado en sus recintos académicos.

                En efecto, la semana pasada, en Mérida, la asamblea de la asociación nacional de universidades (ANUIES) tuvo entre sus principales puntos de la orden del día la discusión de un documento de 70 cuartillas, el Manual de Seguridad para Instituciones de Educación Superior, que propone rigurosos protocolos de seguridad, cuyos costos no asumirá el gobierno federal, por supuesto.

                El caso más difundido de violencia contra estudiantes, el ocurrido en el Tec de Monterrey, apenas se compara con la comisión de múltiples delitos en recintos universitarios de todo el país, y algo deben hacer esas instituciones para no perder el control y tener que cerrar temporalmente para escapar de una tendencia generalizada.

                Estas medidas propuestas, cuya aplicación necesariamente pasa por la aprobación de las instancias de gobierno de cada institución, implicarán gastos extraordinarios.

Gastos, sí, lo mismo si se construyen barreras físicas y se establecen controles de entrada y salida mediante credenciales inteligentes que, colateralmente, se contrata y capacita a personal de seguridad propio, sobre todo en instituciones que han defendido sus campus de la intromisión de fuerzas policiacas en su ámbito de autonomía; se establecen mecanismos de comunicación interna y se crean y operan consejos de seguridad.

¿Qué podrá hacer la UV en su campus descubierto en Xalapa, cruzado por calles y avenidas, con otras instalaciones educativas en su entorno, para operar barreras físicas a la infiltración del crimen organizado?















Las peras y las manzanas


Por Álvaro Belin Andrade



Cuando hacemos cuentas sobre los adeudos personales pendientes, generalmente consideramos todos aquellos pagos que debemos realizar y cuyo monto restamos a lo que nos ingresa por concepto de salario o de ganancias de nuestro negocio.

Sabemos que hay de deudas a deudas, y una que siempre nos trae inquietos al punto de, en ocasiones, impedirnos conciliar el sueño, es la que tenemos pactada con alguna institución bancaria o con el fisco. Y es que si no cumplimos en tiempo y monto, se multiplica por obra y gracia de intereses moratorios y diversas sanciones a que nos hacemos acreedores,

Hay otras que están ahí y, en la mayoría de los casos, nunca nos significan intereses cuando nos retrasamos en su liquidación. Puede ser la renta, el agua, la luz, la limpia pública, el teléfono, las cuotas escolares, lo que nos fio el abarrotero, aquello que le debemos al fontanero o al albañil. Lo más que puede suceder es que nos corten un servicio o nos estén llamando por teléfono requiriendo el pago.

Sin embargo, en todos los casos, como buenos pagadores, siempre estamos con la angustia cuando vemos que hay una diferencia enorme entre lo que debemos y lo que nos ha caído en la cartera. No distinguimos entre una deuda y otra, a no ser cuando privilegiamos el pago de una y posponemos el de otra.

Lo anterior lo saco a colación por las declaraciones del secretario de Finanzas y Planeación, Tomás Ruiz González, quien ha salido al paso de las versiones de varios dirigentes políticos de la oposición en el sentido de que Veracruz es el estado más endeudado del país.

Y lo ha hecho con una fórmula matemática irrefutable: no se pueden sumar peras y manzanas.





Deudas son deudas


En efecto, cuando nos referimos al concepto de endeudamiento, no son lo mismo los compromisos pactados con instituciones fiduciarias a determinado plazo por sumas otorgadas a crédito, que aquellas deudas que se acumulan por la contratación de servicios, adquisiciones, asesorías, arrendamientos u obras de infraestructura.

Las primeras son las que se consideran deudas propiamente dichas y, según nos lo ha revelado, suman algo así como 10 mil millones de pesos que, en la comparación rápida que hizo ante los medios, es menor que la adquirida por otros gobiernos como los del Distrito Federal y el Estado de México (ambos, con mayor población que nosotros), y Coahuila, que tiene menos habitantes.

Lo demás, unos 16 mil millones de pesos, se deriva de adeudos vencidos o por vencer con particulares, sea por la construcción de un puente, una carretera o una escuela, o por la prestación de cualquier servicio. Estos compromisos entran en el rubro de pasivo circulante y se encuentran en proceso de pago, conforme se vayan cumpliendo las contraprestaciones pactadas.

Además, gracias a una revisión exhaustiva, dicha deuda ya ha disminuido en casi 10%; el secretario Ruiz ha informado que se ha logrado hacer una quita por mil 500 millones de pesos, por cuentas que no correspondían con las obras y los servicios que se atribuían.

Algunos malosos, en efecto, calculan alegremente el adeudo en una suma superior a los 35 mil millones. Nada tan alejado de la realidad. Incluso sumando lo que se debe por empréstitos bancarios y el pasivo circulante, apenas llegaría a 26 mil millones.

                Lo preocupante es que la calificadora Fitch Ratings ajustó en marzo a la baja la calificación crediticia del estado no sólo por los adeudos financieros; también por el elevado nivel de pasivo circulante que, al 31 de diciembre, ascendía a 16 mil 325 millones de pesos. Y fue más allá: a los 10 mil millones contratados con bancos, la firma norteamericana incluyó 7 mil 250 millones de pesos de saldo insoluto de las emisiones bursátiles VRZ-CB06U y VRZCB06.

                En lo que son peras o son manzanas, la realidad es que hay una fuerte presión sobre las finanzas gubernamentales, gracias a un desmedido uso de las posibilidades de endeudamiento con que prodigó el gobierno de Fidel Herrera, al incrementar desmesuradamente los pasivos no bancarios en los cuatro últimos años de su mandato, de 3 mil 323 millones en 2006 a 16 mil 325 millones de pesos en 2010.

                Y ya nos duele mucho el bolsillo a los veracruzanos.














Veracruz: nuevos rumbos y esperanzas


Por Álvaro Belin Andrade


A quienes nos incomodaba pensar que la oscura mano del exgobernador Fidel Herrera seguiría moviendo el destino de Veracruz a través de un gobernador a modo, imposibilitado para dar a su gestión política un giro firme que cambiara el carácter de las costumbres públicas, 120 días han bastado para intuir que las cosas han encontrado un nuevo acomodo.

                Lo primero que salta a la vista es que Javier Duarte es un gobernador sistemático, ordenado, apegado a la norma, empeñado en que la acción del político no se distancie de la obligación de quien debe manejar con prudencia los recursos que no le pertenecen.

                A los aspavientos politiqueros, atrabiliarios y pendencieros de un exgobernador que dispuso de los recursos públicos con extraordinaria galanura, de modo tal que a muchos hizo pensar que eran inagotables, le ha sucedido un gobernante que muestra una conducta mesurada, un comportamiento que pareciera más colindante con la tacañería que con la sobriedad obligada.

                Lo que pasa es que Duarte no solo ha mostrado la actitud de un funcionario a quien no le queda de otra más que adelgazar el gasto gubernamental por falta de la liquidez en caja. Las acciones recientes lo han mostrado preocupado por dinamizar la economía, única vía para impulsar el desarrollo.





Distancia tersa pero firme


¿Por qué parece que el distanciamiento de Duarte con Fidel es, aunque terso, definitivo y, en algunos casos, crítico, sin llegar a la confrontación?

                En primer lugar, ha puesto en claro, barriendo un poco para atrás en las pasadas administraciones municipales, que no permitirá manejos inescrupulosos de los dineros públicos.

                Por otra, ha restablecido las necesarias líneas de coordinación y colaboración entre su gobierno, priista, y el gobierno federal panista, en asuntos clave como la seguridad pública mediante el combate a la delincuencia organizada y el impulso a la infraestructura para el desarrollo, entre otros.

                Su postura de conducir un gobierno que actúa con orden y proporciona calidad en la gestión pública marca una pauta distinta respecto de su antecesor, acostumbrado a conducir las riendas de un estado rico, empobrecido por la corrupción, con base en corazonadas, impulsos personalistas y desorden administrativo.

                Al presentar el Plan Veracruzano de Desarrollo, Duarte dijo lo que entre líneas puede considerarse, si no una crítica velada sí un contraste respecto a su antecesor: que su compromiso es labrar “un gobierno responsable en sus finanzas, promotor de la estabilidad económica y del crecimiento sostenido”.

                Y luego habría de fortalecer su ideario: “Lograr mejores instituciones, actuar en  la legalidad y aplicar el Estado de Derecho son condiciones esenciales en el ejercicio de gobierno,  para garantizar la paz, la armonía y la tranquilidad de nuestra sociedad”.

                Los veracruzanos padecemos las consecuencias de un ejercicio político que no marcó lindes con la ilegalidad, que se pasó por el arco del triunfo el Estado de Derecho, y cuyo desenfreno permitió el goce de unos cuantos contra el endeudamiento excesivo de todos.






Compromisos que habrá que vigilar


A la espera del documento in extenso del PVD, saltan a la vista los compromisos adquiridos por el gobernador Duarte:

                Disminuir  la pobreza al 50 por ciento, mejorar el Índice de Desarrollo Humano en los municipios con mayor pobreza, impulsar programas especiales de alimentación temprana para niños indígenas, lograr la cobertura universal de salud, reducir la mortalidad materna, pasar del 11 al 5.5% de analfabetismo, 700 escuelas de educación básica de tiempo completo y ampliar equipamiento de escuelas con tecnologías de la información y comunicación.

También se propone construir 300 mil nuevas viviendas, evitar asentamientos en zonas de riesgo, parques industriales, aumentar de 15 a 21 productos agrícolas en que Veracruz sea líder nacional, consolidar red carretera, modernizar puertos y aeropuertos, crear un marco normativo moderno para la procuración de justicia ambiental, lograr finanzas públicas sanas y fortalecer la seguridad pública.

Todos debemos participar de estos propósitos y señalar cuando el proceder del nuevo gobierno se separe de estos objetivos.